Mi Biografía

Pastora Litamera

Mujer de Dios, madre, abuela, refugio. Un alma que sanaba con la fe y amaba con propósito.

Dilia Mera Peñaloza nació en Tamalameque, Cesar, en 1956. Hija de Carlos Alberto Mera Fernández y Modesta Peñaloza Rapalino, desde pequeña mostró una sensibilidad especial hacia lo divino. Mientras otras niñas jugaban, ella buscaba el silencio de las capillas para hablar con Dios, leer la Biblia y comprender los misterios de la fe. Fue una niña marcada por el amor profundo a su padre —a quien veía como un líder tierno— y por una relación íntima y constante con el Señor.

Más que bella, era deslumbrante, y su luz interior no pasó desapercibida. Se casó con Rodrigo Cuello Daza, oriundo de San Juan del Cesar, La Guajira, y juntos forjaron una familia unida, sólida y de fe. Tuvieron tres hijos: Rodrigo de Jesús, Luis Fernando y Jorge Luis. Como madre, Dilia fue presencia constante, amor sin condiciones y valores firmes. Escuchaba con una sabiduría que convertía lo complejo en simple. Sabía qué decir, cuándo decirlo y cómo hacerlo llegar al alma.

En los años 90, luego de una década marcada por pruebas duras —económicas y de salud— Dilia encontró su verdadero llamado: fundó la congregación Jesús es la Roca en el patio de su casa. Desde un viejo escritorio que convirtió en altar, recibió personas que buscaban consuelo. Su fe se transformó en ministerio, y su don de sanación y visión fue reconociéndose. No buscó títulos ni escenarios, pero su palabra llegó lejos. Su vida fue servicio puro: era el lugar de refugio en medio de la tormenta, no solo para sus hijos, sino para cientos de personas que llegaban a ella buscando respuestas.

Su congregación aún vive. Hoy es guiada por su hermana, la pastora Yadith Mera, y su hijo Rodrigo de Jesús, quien continúa su legado a través de contenido espiritual que alcanza nuevas generaciones. El ministerio de Dilia, sin buscar fama, tocó vidas en Colombia, Estados Unidos y España. Donde hubo dolor, su voz llevó consuelo. Donde hubo oscuridad, su fe llevó luz.

Pasó sus últimos años en Miami, en un espacio donde, a pesar del dolor de su enfermedad, encontró paz, plenitud y amor al lado de su esposo. Uno de los momentos más significativos de sus últimos días fue cuando logró registrar oficialmente su congregación en los Estados Unidos. Aunque no llegó a verla físicamente crecer, sabía que ese acto era una siembra que florecería en la vida de sus hijos.

Tuvo cuatro nietos antes de partir: Rodrigo David, Juan Daniel y Matías (hijos de Rodrigo de Jesús y Tatiana Arengas), y Mia (hija de Luis Fernando y Viviana Torres). Como abuela fue puro amor. Los mimaba, los celebraba, hablaba de ellos con orgullo y dulzura. Su mayor realización fue sentir que les daba alegría y protección.

Oró por otros hasta que su cuerpo ya no se lo permitió más. Pero su espíritu jamás se rindió. Aún en sus últimos días, seguía siendo guía, consejera, intercesora. Su legado está vivo en cada persona que recibió su palabra, en cada familia que sintió su oración, en cada alma que tocó.

Y siempre repetía, con firmeza serena, que la vida exige esfuerzo y valentía, como lo declara su versículo favorito:

“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” (Josué 1:9)

Explora las predicas y cultos en audio de la pastora Lita

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